En su día taché prácticamente todos los discos que hay que escuchar sí o sí del flamenco (y sólo se quedó en mi memoria La Leyenda del Tiempo, siendo sincero), más por curiosidad que por gusto, por conocer algo que es una parte integrante de la cultura de mi país y que está totalmente vinculado a la concepción externa que se tiene de España en el resto del mundo. Dicho esto, disto mucho de ser un seguidor de este género, y salvo cuando algo adquiere importancia por su enfoque innovador o rompedor, suelo hacer caso omiso de sus lanzamientos.
Por esta razón me interesé por el cantaor Niño de Elche, tras escuchar la hipnótica y asfixiante Que Os Follen, y me llevé una alegría considerable cuando supe que su siguiente proyecto iba a ser acompañado de Toundra, la banda nacional estandarte del post-rock y el post-metal, bajo el inquietante nombre de Exquirla.
Es un lugar común, pero lógicamente es obligado hablar en esta entrada de Omega, el disco de Enrique Morente y Lagartija Nick, que supuso una revolución en un estilo en muchos casos anclado en la tradición y, por qué no decirlo, en el pasado. Por supuesto no se trata de una carrera para comprobar quién fue el primero que decidió unir flamenco y sonidos contemporáneos, y otro lugar común es el sonido de los discos más experimentales de Los Planetas (La Leyenda del Espacio) o los nuevos temas que están dejando entrever en 2017; así como que varios de sus miembros son colaboradores asiduos de Estrella Morente (Los Evangelistas). Exquirla parte de un planteamiento tal vez similar a Omega o a Los Planetas en la forma, pero no en el fondo, porque a pesar de introducir nuevos ritmos e instrumentos (algo que ya había hecho Niño de Elche en solitario), el contenido del álbum es muy distinto, y crea algo que es novedoso, y a pesar de existir antecedentes, se adentra con total confianza en terreno inexplorado.
Tras esta obligada nota sobre la fusión entre flamenco, rock y metal, hay que centrarse en lo que hace al debut de Exquirla único en su especie: no es sólo el hecho de que, a nivel instrumental, los ritmos adquieran un peso, una épica y una capacidad de abrasión con la que hasta ahora no se había experimentado, sino su propio contenido lírico, temático e incluso ideológico. Para Quienes Aún Viven es un disco con ideas incendiarias, con opiniones a voz en grito, y con un contenido furioso pero reflexivo. Todas las letras del álbum adaptan el poemario de Enrique Falcón titulado La marcha de los 150.000.000, y esto le da una entidad especial, un aura de misterio, que impregna todos los cortes de Para Quienes Aún Viven.
En este sentido, la simbiosis de los tres elementos definitorios del álbum (flamenco, post-rock y poesía) es total, y es difícil saber donde acaba uno y empieza el siguiente. Desde las composiciones más directas como Destruidnos Juntos o Hijos de la Rabia, a cortes mucho más complejos como Canción de E o Europa Muda, o la que me parece la más destacada del conjunto, Un Hombre, ninguna de ellas se puede concebir si se retira uno de los tres pilares descritos, o incluso si meramente se palia su influencia en el conjunto.
Para Quienes Aún Viven no sólo va a ser un disco comentado en 2017, es fácil pensar que su influencia va a trascender al igual que sucedió con Omega, y que es bastante posible que se convierta en un nuevo referente para las vertientes más experimentales y con mayor vocación de futuro tanto del flamenco como del post-rock y post-metal.