Juventud Juché.- Quemadero

El paso del EP al LP, a pesar de ser una transición lógica y natural, no deja de ser un escalón y una prueba de fuego (con el título del disco en cuestión, nunca mejor dicho) para cualquier banda que se precie. Que implique una cierta dificultad significa que ante la presión algunas formaciones puedan quedarse por el camino, o no estar a la altura de las primeras impresiones; sin embargo, y con un profundo suspiro de alivio, no es el caso de Juventud Juché.

Los protagonistas de esta entrada llamaron la atención y levantaron miradas allá por donde pasó su primer EP. Un estilo que recuerda tanto a los primeros Mission Of Burma como a los primeros Betunizer (además de ser fanáticos confesos de This Heat, Gang Of Four o The Wire, entre otros), con garra y actitud punk pero con unas melodías complicadas e intrincadas propias del post-hardcore. Canciones tan cortas como complejas, y a la vez potentes y rebosantes de contundencia.

Juventud Juché QuemaderoSi algo no le falta a Quemadero es fuerza y arrojo. Es áspero e incómodo pero te mantiene pegado a su sonido durante toda su duración, y además engancha desde la primera escucha. No da tregua, no hay canciones calmadas ni transiciones entre partes del disco; es un todo, un bloque compuesto de mala leche, ritmos que no cesan, guitarras desasosegantes y una voz cabreada escupiendo letras entre lo críptico y lo ácido. Una combinación que a pesar de su apariencia rugosa y caótica, no puede ser más atractiva en la práctica.

No puede haber un inicio más abrasivo que Defensa. Así abre el álbum, muy consciente de sí mismo, de que quién ha cruzado esta puerta sabe a lo que viene y a lo que se enfrenta. Quemadero no te abraza y te besa la frente, te zarandea y te grita mientras te mira a los ojos y te revuelve por dentro. Así, canciones como Haz La Mantis, ¡Levanta!, Restos De Un Incendio, Dispara (una versión 2.0 que ya aparecía en su primigenio EP) o Lacras cumplen todos estos puntos al pie de la letra y se convierten en las más destacadas del álbum sin tener éste ningún punto ciego que se pueda apreciar. Doce cortes sin descanso y sin concesiones, una llamarada que no deja a su paso nada más que cenizas y desolación, tal y como sugiere el propio título de este trabajo.

Sin duda estamos ante un disco muy recomendable, que retoma la propuesta presentada en el inicial EP y la desarrolla y mejora. Sin embargo, la pega está en que este sonido claustrofóbico y agobiante de Juventud Juché ya parece haber agotado todas sus posibilidades en Quemadero. Esto es, y al igual que hicieron Betunizer, cae en ellos la responsabilidad de reinventarse, girar y revirar su estilo de manera que su próximo material siga sonando único, original y propio. Talento no les falta para ello, y si algo ha demostrado el salto del EP al LP es que no se dejan asustar por los escalones en su trayectoria, y que han llegado para quedarse. Un disco tardío pero imperdible, y que deja a todo aquel que lo escucha ansioso por escuchar lo siguiente de estos madrileños.

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