El primer álbum de Speedy Ortiz se puede calificar con muchos adjetivos, pero uno de ellos no sería tímido. Sin embargo, tampoco constituía una declaración de principios en toda regla, a pesar de las buenas críticas que cosechó y su evidente calidad. Es claro que el propósito de la banda con su nuevo trabajo es dar un puñetazo en la mesa y reforzar su postura, definir su sonido y progresar. Lo que debería ser la definición de un segundo álbum.
Foil Deer puede enmarcarse parcialmente en el ya manido revival del indie noventero, dado que en el momento actual se están reivincando con más fuerza que nunca bandas como Superchunk, Dinosaur Jr. o los propios Pixies (aunque estos últimos nunca hayan necesitado demasiada reivindicación). Aún así, cada vez es más evidente que este revival ha crecido y se ha convertido en un subgénero propio, como ponen de manfiesto bandas como Joanna Gruesome o The Julie Ruin, sin duda emparentadas con Speedy Ortiz.
Todo lo dicho ya delimita bastante bien los derroteros por los que se mueve Foil Deer, las influencias de las que bebe y los sonidos contemporáneos en los que se enmarca. Speedy Ortiz intentan no quedarse en la superficie de su propio estilo, y tontean con ritmos complicados, que en ocasiones se asemejan al punto experimental de Sleater-Kinney, uno de los álbumes más celebrados del presente año.
Ya desde Good Neck se ven ganas de complicarse, de meterse en camisas de once varas y dejar de lado el camino fácil. No se trata de canciones con grandes alardes técnicos ni virtuosos, pero sí con estructuras cambiantes y marcianas, combinadas con momentos guitarreros al uso o con medios tiempos mucho más tradicionales. La sensación de búsqueda, de insatisfacción, y de reivindicación está presente a lo largo de todo este trabajo, demostrando que el puñetazo en la mesa mencionado al principio de está entrada está más que justificado. La cáustica y explosiva personalidad de su cantante, Sadie Dupuis impregna los doce cortes de Foil Deer, pero sabe hacerse a un lado cuando la parte instrumental tiene que tomar las riendas.
Los dos extremos de la moneda (potencia y calma) se ven reflejados bastante temprano, en Raising The Skate (hit indiscutible) y The Graduates, aunque esta dicotomía se reitera a lo largo de Foil Deer, con otras canciones que se pueden emparejar fácilmente, aunque abunden más la tranquilidad: Swell Content y Ginger frente a Dot X, Homonovus y Mister Difficult. El último trabajo de Speedy Ortiz tampoco se olvida de introducir cortes con ritmos más marcados, y algo más oscuros, como puede ser el caso de Puffer y Zig. Como último de estos bloques hay que mencionar el conformado en solitario por My Dead Girl, donde sale a relucir la vena más popera de la banda, llegando a rozar los contornos del dream pop, sobre todo en lo que a temas vocales se refiere. Foil Deer cierra con Dvrk Wvrld, un paseo por todos los géneros de los que se nutre la formación, y que sin ser la canción más destacada del disco, ni mucho menos, cumple como broche final.
Speedy Ortiz vuelven a sorprendernos con un disco más que correcto, con varios temas muy destacables, y con otros que luchan por el aprobado, pero en líneas generalse siguen siendo una banda muy a tener en cuenta, dentro de un subgénero que cada día gana más fuerza, gracias a trabajos como el presente.