Escoger la primera reseña del año es algo tan bonito como complicado. Enero siempre empieza perezoso y pocos grupos se atreven a presentar su nuevo álbum nada más empezar el año, con miedo a caer en el olvido en los siguientes once meses. Sin embargo, Odio París nunca han dado señas de querer competir con nadie, ni de achantarse ante las dificultades.
Su primer álbum era un ejercicio de shoegaze contemporánea, propio y complejo, que bebía de los grandes del género, pero que también se emparentaba con la escena actual española, creando algo particular y único. Cinco años después llega su segunda parte de la mano de Cenizas y Flores, que vino precedido por dos adelantos: Campo Santo y Geometría Coaxial.
La primera de ellas, encargada de abrir el disco, es un tema continuista que, por suerte, recoge con honores el testigo de su trabajo inicial. La segunda abre otros caminos, conjugando ritmos más cercanos al pop, con detalles electrónicos y una luminosidad ambiental, tenue y novedosa. Cenizas y Flores se mueve entre estas dos atmósferas, convirtiéndose en un juego de claroscuros con muchas gamas de gris.
Como indicábamos al principio de esta entrada Odio París conjugan con soltura y facilidad las referencias del shoegaze más mítico y mistificado (Ride, Slowdive, The Jesus & Mary Chain) con las grandes figuras de su ámbito geográfico y cultural, como pueden ser Los Planetas, por mencionar el ejemplo más significativo. Ha de ponerse esto necesariamente en relación con el perfeccionismo técnico de su álbum, cuidado hasta el más mínimo detalle, con un sonido nítido, brillante y lleno de matices. En canciones como Cuando Despierte Tu Cabeza puede verse el trabajo que hay detrás, tanto a nivel instrumental como en cuanto a la producción, todo un lujo.
Cenizas y Flores tiene desde temas pop más convencionales como El Último Deshielo hasta momentos de shoegaze purista al máximo en el siguiente corte, En Junio, o en Destellos de Ingravidez. La garra de sus composiciones, y los arreglos electrónicos, discretos pero efectivos, se hacen los protagonistas en Pura Culpabilidad. El cierre del álbum está perfectamente pensado: la fuerza de Arder y Adiós, junto con la inicialmente etérea y pausada Voy A Salir. Diez temas que abarcan un amplio abanico de sonidos y emociones, sentidos e intimistas, pero no exentos de vigor.
La verdad es que es un auténtico placer empezar el año con un esperado regreso, y que además está a la altura de las expectativas. En un momento en que los grandes festivales abogan por el regreso a los escenarios del shoegaze, y que es un género que a pesar de no haber sido olvidado, tuvo sus horas bajas, los disco como Cenizas y Flores de Odio París se hacen más necesarios que nunca. Un soplo de aire género, tanto para los sonidos que representa, como para la escena nacional.