El primer concierto al que he podido asistir este año no podía tener mejor pinta: un artista consolidado que ha girado con gente de la talla de Meat Puppets o Ariel Pink, que ha actuado en festivales de renombre, y que tiene una carrera indiscutible, un grupo local al que ya he tenido la suerte de ver en directo y que a pesar de su intermitencia siempre es agradable esuchar, y una sala recientemente remodelada con una acústica sobresaliente.

Una gira para no perderse con un protagonista que llegó a colgar el cartel de sold out en Barcelona y que siempre que viene a España es sinónimo de salas llenas. Una ocasión para ver a un nombre que se está convirtiendo en un nuevo referente, acompañado por su banda, en un formato mucho más reducido y, en mi opinión, mucho más disfrutable que en un gran festival.

Hacía tiempo que no veía a My Friendly Ghost, pero está claro que saben a quién telonear. No todo el mundo puede decir que ha abierto para Daniel Johnston y para Cass McCombs, entre otros. En esta ocasión venían acompañados por Ricardo Suárez de Frieda’s Still In Love, para completar su sonido envolvente e intimista, con toques de shoegaze. Entre bromas sobre su primer material, presentaron varios temas nuevos, de lo que esperemos sea un próximo trabajo, y que no tengamos que esperar mucho para poder escucharlo con más calma. Es especialmente curioso que, con un teatro casi completo, sigan consiguiendo crear el mismo ambiente amigable que en una sala entre conocidos.

Cass McCombs y su banda aparecían dispuestos a promocionar en directo su último disco, Mangy Love, que fue el gran protagonista de su concierto. Ninguna queja por esta parte, porque su mezcla de estilos lo hace uno de sus trabajos más variados y entretenidos, aparte de que canciones como Bum Bum Bum, con la que abrieron, Opposite House o Run Sister Run están entre los cortes más destacados de su trayectoria.

Sí es cierto que los últimos lanzamientos de Cass McCombs se han alejado algo de su estilo más afincado en las raíces de la música norteamericana, explorando caminos más cercanos al pop rock de corte independiente, pero en directo hace una mezcla de todo ello, sin renegar de sus inicios y repasando todo su rango de canciones. Escuchar en algo más de una hora la rockera Big Wheel, la calmada Medusa’s Outhouse, y los dos finales con la tradicional County Line y la sensible I’m A Shoe contrapuestas es prueba de un artista que sabe investigar diversos estilos sin perder la coherencia, y que muestra atrevimiento incluso en géneros muchas veces anclados en el pasado.

Ahora bien, lo más destacado de Cass McCombs y su banda es la experiencia y capacidad técnica de improvisación que muestran en el escenario. Incluso ante problemas técnicos (un micrófono que daba chispazos) salieron al paso con un tema instrumental, o más bien una auténtica jam session, que derrochó simpatía y buen hacer. Todos los temas tenían un espacio para lucimiento de los cuatro integrantes de la formación, sin hacerse reiterativo ni pesado, y sorprendiendo por su manera de jugar y conjugar guitarra, bajo, batería y teclado.

Un concierto atípico pero realmente interesante, que emparejó a dos bandas distintas pero compatibles, con un artista internacional cada días más importante y reconocido, tras recibir una auténtica avalancha de buenas críticas el año pasado con su último disco, que gana enteros en directo.