Uno de los objetivos con los que comencé a escribir sobre música y conciertos fue doble: no limitarme sólo a los grupos o estilos que me gustaran, y a la vez, no dejarme llevar por tendencias, modas y hypes del momento. Progresivamente ese objetivo se fue modulando hacia algo tal vez más complicado, el salir de mi zona de confort y esforzarme en escribir sobre cosas por las que de otra manera no me interesaría o haría menos caso, y usar esta plataforma para ampliar mis miras. Y así he acabado en un concierto de trap, y no me arrepiento.
Como esto tampoco se trata de dármelas de entendido, ahora toca el jarrazo de agua fría: conocí el trap con el boom de Pxxr Gvng a través del asalto mediático de todos los medios que se volvieron locos con Young Beef y su alegre banda de incomprendidos. Puestos a reconocer, no vi la gracia a aquello, y cuanta más popularidad alcanzaba, menos sentido le veía. Luego vino la explosión del fenómeno en Youtube y Soundcloud, por donde descubrí por pura casualidad el vídeo de La Ley de Eddie Murphy de Kinder Malo y la versión berlinesa de Chemtrails junto con su hermano Pimp Flaco. Fue en ese momento cuando empecé a ver la gracia al asunto, y aún sin acabar de pillar de qué iba la cosa, me vi envuelto en una espiral de vídeos a cada cual más hiperbólico. Lo peor de todo, comencé a hablar con amigos que habían tenido una experiencia similar, y al final aumentó mi curiosidad hasta el punto de que cuando me enteré de que los hermanos de Dora Black venían a Valladolid, compré mi entrada sin pensarlo demasiado.
Lo más sorprendente empieza a partir de aquí: llegando a la puerta de la Sala Black Pearl vi cola. Un jueves. En Valladolid. En un concierto en sala pequeña que no se había anunciado con carteles, ni tenía evento en las redes sociales. Aquello prometía, al menos, una experiencia nueva. Me llamó también la atención la mezcla de edades que había en el evento: desde treintañeros recién estrenados como yo, y alguno con más experiencia en esa década, a chicas llorando en la puerta para poder entrar porque el portero no las dejaba al ser menores de dieciséis, pasando por todo ese espectro de años. Siendo sincero, el público más entregado y que se veía más exultante rondaba los veinte, pero aún así, estoy acostumbrado a conciertos con mucha menos variedad generacional.
Con la sala bastante llena y con una auténtica sensación de excitación en el aire, salió a escena a caldear el ambiente MK Ultra (o algo así, porque su micro sonaba terriblemente mal y apenas se le entendía), con muchas ganas de animar al respetable, que aunque de entrada estaba un poco reacio a escuchar a alguien que no fueran los nombres del cartel, logró arrancar buenas reacciones con el último de sus temas.
Todo lo contrario sucedió con Kinder Malo y Pimp Flaco, que fueron recibidos con una tremenda ovación y con la gente de las primeras filas coreando sus letras sin compasión. Lo que no pude obviar es que interpretan sus letras por encima de sus propias canciones, centrándose más en la interacción con el público que en la interpretación en sí. Entiendo que es un espectáculo, y que se trata de conectar con tu audiencia, pero hasta ese punto me parece pasarse, y he ido a muchos conciertos de rap como para saber que se pueden hacer las dos cosas sin problema. También asumo que no soy su espectador objetivo, y que si a ellos les funciona, pues qué sabré yo, cuando esto no se trata de técnica y arte sino de transmitir tampoco sé muy bien el qué.
Si algo pude intuir es que Pimp Flaco está comenzando un giro más comercial, con canciones mucho más cercanas al reggaeton que al trap en sí y letras menos provocativas y de tono más sensible pero con aire macarrilla, mientras que Kinder Malo sigue siendo el purista de los dos, y el que más ostenta la etiqueta de, valga la redundancia, chico malo y trapero convencido. Futuros artistas del Sónar de este 2017, veremos si su trayectoria sigue creciendo o si se quedan en una nota a pie de página como tendencia pasajera.
Ahora, sí que hay que reconocerles un magnetismo fuerte y una energía encomiable, que te obliga a pasar por alto letras que van de lo divertido, materialista y fanfarrón a lo directamente misógino, lo cual hace preocupante los chillidos histéricos de muchas chicas en las primeras filas. Fueron unos ratos de sentimientos encontrados ante todo lo que veía, a pesar de que más o menos me esperaba ciertas cosas de lo que me esperaba, pero que no evitó que me sorprendiera con la respuesta masiva a un concierto poco anunciado, en una ciudad en la que cuesta llenar salas. Así es el trap, amigos.